Muchos analistas ven para la economía mexicana un difícil segundo semestre, y otros observan, con angustia, cómo se siguen encendiendo “focos amarillos”, principalmente por una menor actividad industrial en Estados Unidos, el principal socio comercial de México. El precio del dólar, las variaciones en el precio del petróleo, los recortes al gasto público, y ahora los constantes bloqueos en carreteras, vías férreas y puertos mercantes por parte de los maestros disidentes, están generando en el sector empresarial mexicano, además de enojo, expectativas de crecimiento a la baja.
A todo esto, habría que añadir el despertar del fenómeno inflacionario, principalmente generado por el incremento en el precio de las gasolinas. Por ejemplo, en julio pasado, el INPC registró un incremento a tasa anual de 2.65 por ciento, su nivel más alto desde febrero pasado, y para el colmo, el índice de confianza del consumidor, en ese mismo mes, tocó su punto más bajo en 29 meses al ubicarse en 88.97 puntos; los hogares del país -no hay duda- llevan seis meses consecutivos disminuyendo sus expectativas presentes y futuras en el desempeño de la economía.
De acuerdo con el INEGI, durante el segundo trimestre del año, la economía mexicana disminuyó 0.3 por ciento en comparación con el periodo previo, la primera caída después de 11 trimestres consecutivos con avances. En fin, la incertidumbre sigue dominando el panorama de la economía mexicana.
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