En un entorno complejo y de marcada incertidumbre, el déficit de la cuenta corriente del primer trimestre del año se ubicó en 0.4% del PIB, muy inferior a 3.6% del primer trimestre de 2019. Lo anterior, fue resultado -fundamentalmente-, de una ampliación del superávit de la balanza de mercancías no petroleras y un menor déficit de la balanza de ingreso primario, si bien también contribuyeron los mayores ingresos por remesas. Cabe destacar que estas cifras se registraron no obstante la pandemia del COVID-19 y las medidas adoptadas para evitar su propagación, que han afectado considerablemente la actividad económica mundial. Así, las expectativas para la economía mundial más recientes incorporan una fuerte caída de la actividad productiva en la primera mitad de 2020, seguida de una recuperación que se haría más evidente durante 2021. Estas previsiones están sujetas a un elevado grado de incertidumbre debido a que aún se desconoce cuál será la duración y la profundidad del impacto de la crisis sanitaria sobre la actividad global y a que existen dudas acerca del ritmo de recuperación de la demanda mundial y la evolución de los mercados. Si bien México no estuvo exento de estas tendencias, en el periodo enero – marzo de 2020 la economía mexicana siguió captando recursos por concepto de inversión directa y de cartera, de modo que la cuenta financiera presentó un ligero endeudamiento neto.
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