Tienen razón los analistas de CIBanco: el 2020 será recordado como un año insólito para el mundo y para los mercados financieros globales. Es el año de la pandemia global causada por el coronavirus SARS-COV-2. Sus impredecibles y devastadoras consecuencias sanitarias y económicas han sido de una intensidad sin precedentes y han afectado a todos los ámbitos y rincones del planeta. Sus implicaciones y cicatrices permanecerán durante un largo periodo de tiempo, aunque muchos de sus efectos más perniciosos logren superarse.
La lucha contra el virus en todos los países ha confinado o paralizado, total o parcialmente durante muchas semanas, actividades que representan cerca del 70% de la economía mundial, lo que ha conducido al PIB global a una contracción histórica y global, la mayor desde la gran crisis económica de 1929. El coronavirus se convirtió en un auténtico cisne negro.
Desde entonces los mercados financieros han bailado al son del SARS-CoV-2. La crisis del Covid-19 desató las ventas en los activos de las economías emergentes como nunca se había visto (bolsas de valores y monedas).
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